Leyendo el periódico esta mañana me he encontrado con esta noticia sobre la nueva iniciativa de El Pocero. Para los que no lo conozcais, Jose Moreno o "El Pocero Bueno" (para diferenciarlo del Pocero de Seseña, que actualmente tiene una de las fortunas más grandes de España) se inició como empresario de la construcción desde su asociación de vecinos en Fuenlabrada. El sobrenombre de "bueno" se debe a que las promociones de viviendas que construye las vende a la mitad del precio del mercado. Por ello cada nueva iniciativa de Jose se convierte en todo un acontecimiento al que acuden miles de jóvenes esperando poder hacerse de una de estas viviendas asequibles.
Desde luego es una pena que el derecho constitucional a una vivienda digna se tenga que sustentar en empresarios privados con cierta conciencia social. Creo además que esto nos toca mucho mas de cerca a los arquitectos de lo que pensamos. Es una llamada a dejar la posición tradicional del "artista" esperando en su estudio a que los clientes lleguen corriendo a postrarse a sus pies (aunque esto al final no sea realidad en muchos casos si que es objetivo ansiado). Si la profesión acusa tantos problemas en la actualidad, es en gran parte debido a esa falta de evolución. Y no se trata de evolución de estilo ni nada que se le parezca, sino del metodo de trabajo, del concepto de la profesión. El arquitecto como agente dinámico que sale de su cápsula de trabajo proyectual para involucrarse en el trabajo de campo, formar redes con otros agentes, con el fin último de ser útil al usuario final y resolver sus problemas mas cercanos.
Siempre en la facultad escuché de boca de los profesores la queja del porqué, siendo el arquitecto un trabajador para la sociedad al igual que un médico, nunca se obtuvo de ella la misma valoración y consideración para aceptar su criterio. Probemos a adoptar por ello su mismo sistema. Veamos al paciente en persona y acto seguido preguntémosle: "¿que le duele?".
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