Actualmente estoy leyendo uno de los libros de la serie "Verb" de Actar, su título es "connection" y me ha parecido interesante un extracto que aquí os expongo. A priori no tiene nada que ver con la arquitectura, y no es mi intención que la tenga, simplemente os dejo a vosotros que saquéis vuestras conclusiones, y si os animáis, que las comentéis:
[A medida que la lógica de nuestra vida diaria se aleja cada vez mas de las consecuencias directas de nuestras acciones, los objetos se comercializan y se venden únicamente por su valor simbólico. Una tetera de Phillipe Starck es mas cara por su diseño, aunque en realidad no funciona muy bien. Pero lo que realmente importa no es su diseño, sino el nombre de Starck como indicador de valor. Los objetos físicos tienen valor solo en momentos de intercambio: cuando se vuelven tan deseables que queremos comprarlos y cuando ya no podemos tolerar su presencia y queremos sacárnoslos de encima.
El papel cada vez mas importante de las telecomunicaciones y los ordenadores en la vida cotidiana no elimina los objetos. Al contrario, en la cultura inmaterial los objetos físicos proliferan sin cesar.
Seguimos necesitando poseer objetos, incluso cuando nuestra gratificación por ser propietarios sea algo pasajero. Las emociones encontradas que sentimos por nuestros objetos, nos confunden y nos dejan desconcertados y perdidos. pero en ultima instancia los objetos físicos siempre nos causan disgustos porque no pueden satisfacer nuestro deseo de autonegación, nuestro deseo de perdernos en su mundo. Así, nuestro afecto por los objetos se sustituye periódicamente por un odio profundo. Vendemos inexorablemente nuestras pertenencias en Ebay, pero aun así siguen acumulándose sin aportarnos nada. Cada dia mas deudas, mas cosas, menos alegría.
Nunca nos libraremos de la necesidad de poseer. Aunque no podamos mantener la gratificación que nos proporciona la pertenencia, compramos artículos para validar nuestra identidad y diversidad como individuos que existen fuera de la red mediática. Incluso mas, al someternos como esclavos voluntarios a nuestro mundo de objetos inútiles, esperamos convertirnos en elementos tan desechables como ellos lo son para nosotros. Si no podemos unirnos a su mundo, soñamos con una nueva igualdad: ser tan etéreos y carentes de significado para ellos como ellos lo son para nosotros. Confiamos en que nos permitirán dejar este mundo material para disiparnos en el éter. Y sin embargo, como seres conflictivos, también esperamos que nuestros objetos algún día nos ofrezcan las mismas creencias animisticas que nosotros les hemos concedido. No es una pesadilla, es el cumplimiento de un sueño utópico, una presencia sin objetivo o una responsabilidad: una respuesta perezosa, ambivalente e impotente. El sueño de la cultura inmaterial es una venganza contra el mundo de los objetos.]
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